Por: Germán Laris
En la orilla de un camino sobre el que como espectadores confrontamos la escena de este durmiente, Salvador Santana hace una paráfrasis involuntaria del cuadro de José de Rivera conocido como el sueño de Jacob, parte de la colección del Museo Nacional del Prado muestra la iconografía que de Rivera elimino en forma de a escalera y los ángeles, por una nube de vapor ascendente, en el caso de Santana el convierte el limite tubular amarillo de la propiedad publica, en el cual no hay más dirección que las lineas horizontales que designan el transito legal de los transportes.

El sueño
Óleo sobre tela (2016)
Salvador Santana pone el énfasis cromático en el azul y amarillo, ambos en gamas refulgentes para contrarrestarse sobre los matices complementarios. En actitud vencida por una especie de cansancio frente a la lucha de la sobrevivencia, con las manos llenas de espinas e integrado a la que es la base del emblema nacional, ausente de atributos de herencia prehispánica,con los rasgos faciales de una cultura la cual prevalece más en el discurso que en la realidad cotidiana. El rostro cubierto de sombras, semeja una especie de percance. Despojado de la esfera de identidad dormir es semejante a una agonía consagrada en la pasividad, la del individuo inmerso en una sociedad que le da lo mismo quienes van quedando al margen de la sobrevivencia.
En la pintura de José de Rivera es el brazo el que sostiene la cabeza, cuando se supone que descanso sobre una piedra la cual esta en la base del trono donde consagran a los reyes de gran Bretaña, y son coronados, el brazo de soporte es símbolo de auto determinación, lo que realiza Salvador Santana al poner de almohada parte del ropaje del sujeto es mostrar cierto abandono, el color sucio es parte de ese cielo que persiste de modo degradado en función de la carencia absoluta de los derecho más elementales.
