Personas recién inventadas

Por: Germán Laris

Te quedas en ti misma, en el hogar, debajo de la cama, escuchando conversaciones que recorta el silencio, y después un rumor de uñas envuelve la maraña en que has convertido el peinado con el que saliste a primera hora. Debajo de las cosas conocidas y de libros que resbalaron antes de que te quedaras dormida, una almohada de juguete aguarda para soportar tu barbilla, mientras te asomas para averiguar si alguien a encendido las luces de la casa, de lo contrario los felinos comenzaran a reconocer; los ruidos extraños y la presencia de otros gatos que intentan sustituirlos. Tú no quieres eso, hay demasiados platos en fila, y más tarde que temprano, tendrás que salir, justo cuando los maullidos imiten el llanto de un infante y el terror de humanizar de forma imaginaria a tus mascotas, pueda obligarte a ser una ama de llaves responsable. Ello sonríen con los colmillos, te revisan con la paciencia de que en algún momento harás lo que esperan, y sin embargo; sus leves maullidos te van conduciendo durante cada paso.

Caminar con lentitud, por la orilla de lo que duerme hasta altas horas del día, no desacomodar nada de su sitio, aunque aquello sea un desorden, moverse como fantasma, y luego, bostezar porqué el universo ha detenido los acontecimientos importantes. Eres parte de esa nulidad, del asombro aplazado más allá de los limites de lo visible, te restan las manos para describir, las olas de palabras inconexas fluyendo al rededor, el sentido es variable, acaso una de tantas mentiras para mantenernos atentos, pretextando saludar a los desconocidos, y mantenerlos a distancia a través de una amabilidad absoluta. Los colibrís lo saben, o comienzan a aprenderlo en cuanto prueban el néctar falso en los bebederos del vecino.

Hay quiénes no prueban su helado y va derritiéndose sobre las manos mientras miran a los otros que pasan, y sospechando que ellos si son realmente felices, ni lo más dulce los hará distraerse. La belleza de la ignorancia, pocos la vuelven consciente, de preferencia su influjo proviene de modo espontáneo y casi accidental, hacerse el desentendido tampoco funciona, hay que deshacer toda idea de que entendemos algo, atesorando nuestra ignorancia, y permitiendo que lo frío de la escarcha de hielo, inutilice las acciones. Espera un tiempo prudente, a que el mundo desvanezca sus rastros, y sea más reconfortante el espacio blanqueado, en que te sublimas. No eres tú, ni la siguiente persona a la medida de su sombra, existe mucha imperfección entre ambos. Es de lo que se trata supongo, de ir dejando pasar lo que sea y acompasados los desastres sucedan, uno tras el primero, sin embargo, seguimos tejiendo el aburrimiento en forma de milagro.

Retrato realizado por Germán Laris

 No es indispensable que entiendas nada, esta labor fue destinada para los que buscan un resultado final para las dislocaciones del alma. Una vez vacíos y carentes de un nombre propio; los seres universales adoptan cualquier cuerpo dentro del cual pasarse las vacaciones, a ratos prefieren ser la mascota o un animal de sacrificio para un desayuno preparado amorosamente. A ti que el orden de desacomodos espirituales te tienen sin ningún cuidado, sigue siendo tú misma, a fin de cuentas sobre los espejos humedecidos por el vaho efectuamos las mejores crujías, realizadas por simple y puro ocio, casi igual de titubeantes que los deseos de un suicida que no encuentra el modo de despedirse Lo real en ti es incierto, al describirlo con palabras y muecas, queda el espacio razonado entre tú y la bóveda celeste. 

No sé quién seas, qué haces al ordenar la ropa, consciente de que no la volverás a usar durante semanas. Es seguro que cambies, que alguien parecida a ti batalle para sustituirte, al borde de esas caricias en que te reconoces, encontraras pares incompletos tobilleras dentro del pico de la búho de cerámica. Atenta inspeccionando en la memoria, los secretos de la noche, para ceder la ternura de pequeños aullidos, bajo el parpadeo de animales desde las sombras. Sujeta muy bien tus zapatos, los botones hasta la garganta y ten muy presente el primer nombre del carcelero, aquel hombre envejecido por la falta de respuestas. Lo imposible de tu amor lo vuelve sustantivo, transita en lo real, sin embargo pertenece a lo imaginario.

 El amor te miente para que vayas en un sentido contrario a la lógica inmediata, sus dificultades son fingidas y te dan tarea para creer que tienes algo para resolver y que una vez solucionado la profundidad del sentido te vuelva especial. La prueba de sus mentiras constantes radica en que al cruzar los charcos no levanta sus faldas, prefiere llevar una impronta sucia de los lugares que ha visitado.

Te voy a buscar en otras personas, lugares y palabras secretas, entre las plantas que tienen hojas defectuosas, para regresar tarde a preguntarte la hora, y si es el momento preciso para comenzar a mirarnos, reconociendo que lo mejor acontece con los ojos entrecerrados o del todo desentendidos de contar los detalles. Los extremos evaden el asombro, en cambio refugian su esfuerzo en procurar un aburrimiento de manera casi sublime. Estás tú donde siempre, con tu taza con logotipos de una felicidad impuesta, lo deseable sería tal vez; derramar todas y cada una de las ordenes de café sobre la desobediencia de la planta que no crece, ni cantándole por encima de los brotes , de forma natural, menos podrá hacerlo. Tira entonces un trago en honor de la madre tierra reducida a una maceta de azotea. Ni los ángeles lograrían efectuar maldiciones como las tuyas, por algo los constructores de enfrente pasan silban desconociendo tu nombre real.

A todos los que miran esperando de los otros respuestas breves a sus angustias, lo definitivo es el amor ajeno. Aquel que convierten los medios en un entretenimiento para personas inmóviles. Para ellos los abanicos desplazan a la respiración, los suspiros pregrabados los alimentan. De verdad quisiera abrazarte ahora que los comerciales duran más que el programa que tanto disfrutamos. Nosotros que ni de broma somos eternos, no dejamos de mirar a la mascota de reojo, por si el amor aparece con una nueva presa en el hocico. Dios y sus ángeles buscan pretextos para mirarte en ropa interior antes de dormirte. Así que descienden en forma de aves de paso y se ponen a fumar en la terraza, pasan un rato, ellos olvidan para que habían mutado y tú cierras las cortinas ante un cielo poblado de hipocresía. Mis cartas fueron pensadas para que las rompas en tal grado de intimidad, no es requisito que las memorices, al paso de los días su propósito va a desgastar su vigencia. No soy quién para decirte en voz baja cosas bonitas, si pones música nos ahorras el problema de equivocar el tipo de inquietud que conjuren mis titubeantes formas de avanzar. 

Retrato realizado por Germán Laris

Aprendes a extraviarte entre las cosas y asuntos comunes, el juego preferido de los mortales apunta a degradarse a favor de sus sentimientos, sean inventados o parte de una necesidad sombría por resultar correspondidos. Repetir el simulacro de placer, con cierta frescura, no es exactamente un merito compartido. Es más simple perfeccionar el rastro de una rutina individual, y no estar obligado a demostrar nada. Todo luce perfecto desde afuera y las explicaciones son retrocesos en la gloria incansable de la autodestrucción personalizada.

Los trozos de un corazón en plenitud de la congeladora, no sirven ni para alimentar a invitados sorpresa y menos recomendables para mascotas entrenadas. Tú sabes bien lo que estas haciendo en el instante que derrites tejidos cristalizados por un desencanto permanente. Los que huyen por debajo de la puerta suelen robarse el tapete de que anuncia el que cualquiera es bienvenido, por tal estilo de complacencia ya han robado muchas de tus macetas preferidas. No deberías preocuparte, ni empezar a contar con los dedos de los pies mientras descansas la sombra de los que pasean sobre las cortinas, podría asegurar que es únicamente la proyección de los árboles.

 Tu belleza es para los pobres un pretexto para entretener la mirada, y el medico los hace esperar en la sala por igual, mientras ya han contado juntos cada fecha significativa o la imagen de la ventana muestra el mismo paisaje con ese clima del que no da tema de conversación.

Dios quiera no existir, para que no lo mencionen cuando el dolor los arroje afuera de sus personajes. Para ambos es una situación difícil, el cariño entre extraños no es recomendable, menos enfrente de un señor que no deja de preguntar la hora a quién se le quede mirando, en lugar de pedir cigarrillos y morirse de una sola vez.

Vidas cómodas por el relleno, dispuestas a enamorarse el lunes a primera hora, a pesar de las prohibiciones, lo dulce conserva su sabor predecible. Tú estás mejor que nunca, mientras continúes sumando sumando días, y tus bostezos ocasionales no resulten interrumpidos por la amabilidad de tus vecinos. Las almohadas requieren unos cuantos golpes para quedar en situación de recibir los sueños, uno más y justo con la mano abierta para dejar lo suficientemente plano para que el rostro perpetué sus irregularidades.

 El día que sea los castillos de sal y los simulacros de sentimientos compartidos, tienen el mismo sabor, las princesas lo saben, por tal motivo cocinan con el fuego de las decepciones el siguiente romance. Bendecirás el aburrimiento cuando llegue a ti, ya todo te fue contado desde la infancia, y las versiones tardías de bienestar sólo producen asco. Las galletas pegadas desde las mejillas a la frente, son el más adecuado de los camuflajes para prolongar las siestas, ninguno de los dos desea pijamas de osos invernales, ni ternuras con los colmillos de fuera.

Saber demasiado para renunciar al compromiso de transmitir el mensaje, convertirlo en mentiras complacientes a ajustadas a la altura de quiénes atiendan y finjan interés. No merecen más que la felicidad de los contenidos para públicos masivos, ni siquiera intranquilizarlos inspirando a sus almas mediocres. Durante el medievo a las personas que morían de la boca emanaba del último suspiro el espíritu que las habito, consistía en una replica de ellos a escala saliendo y en muchos casos resultaban interceptados por demonios, Ahora ni eso es posible.

 Dios manda de su casa para adentro, en una botella perfectamente cubierta por sellos, por lo tanto nada de lo suyo puede prestarse a rumores y de este modo su inexistencia queda asegurada entre la familia y las mascotas. A la hora de ir a cumplir los deberes tendremos que entender sus quejas a través de ademanes sagrados o muecas de éxtasis mal entendidos.

 No queremos ni una sola de sus ordenes fuera de la botella, que hable con la espiritualidad de los fermentos y las cosechas de bondad ajenas, lo que es aquí en la casa en cambio; si gusta que nos deje tranquilos para conducir nosotros mismos la mecedora. La cuenta de los días, de tus manos a tus pies, van perdiendo exactitud, más vale evadirse en diversiones mundanas. Los fanáticos de equipos de perdedores profesionales, fabrican el derrumbe de las ilusiones con la emotividad empeñada en que algo obtienen de quejarse en medio del público. Ahorran tiempo en terapeutas y sus secretos mantienen el hermetismo de quién desquita sus frustraciones insultando a personas, a las cuales no conoce aún. 

La exactitud de las fechas especificas para celebrar, son como una suerte de recipiente, una puerta personalizada hacía el abismo cuyos escalones fueron fabricados para romperse, conforme tu inseguridad te obliga a titubear. 

Te tienes a ti misma y un vestido recién estrenado para lucir en caso de que la actriz que ensayo para ser la victima, prefiera encerrarse a causa de un resfriado. Tu indiferencia de cuerpo presente, porta los ropajes perfectos, para continuar desapercibida entre nosotros. No resta demasiado espacio, mientras tus manos aplauden rumbo a otra dirección; las plantas de ornato ruegan por un instante de lluvias encima de ellas. Para todo lo que me gustabas dejo páginas en blanco, adornadas con garabatos que son apuntes rápidos durante las llamadas equivocadas que cualquiera recibe.

La indiferencia es nuestra, como uno de los mejores regalos, en lugar de servir de juguete, descansa en las repisas, comiendo cucharadas de polvo e insectos adormecidos. Tú sabes bien que hacer con esas cosas que no aportan, les das un uso en el jardín y la cadena alimenticia de los visitantes rinde a ti un agradecimiento al sacudir la orilla de sus alas. Todo en lo que te esfuerzas, incluso en evadir los dramas personalizados, termina por ser una forma de arte innecesario.

 Fabricas sombras para conseguir un modo de suplantar a los cuerpos sensibles, ellas fundirán entre si, la escritura de sus bordes, la piel proporcional para justificarse; toda sensación. Cuando te rodean mis fauces, y masticar tus silencios resulta oportuno, lo que te trae hasta este sitio, son la promesa de bebidas gratis y una fuente de chocolate hirviendo, meterás tus manos o un altero de galletas, siempre y cuando las cicatrices acaben suturadas por costras enchocolatadas. Presiento la incertidumbre de tu existencia, dando giros y alejándonos cada quién, por medio de personajes secundarios, sobre los qué en voz baja; las señoras repiten la negación de su existencia. 

No eres tú, ni la colección incompleta de figuras de porcelana, aquello que pide romperse al comprobar el brillo de la superficie, quizás el esmalte de saliva deje en claro lo poco que deseamos avanzar en el encanto por desenredar los misterios bajo la mesa. Conserva tus zapatos en su sitio, qué pronto encontraré a ciegas, el mapa. La libertad no es algo indispensable para ti, existes impulsada por reacciones del momento, y después de la tormenta dejas los pies pintados por toda la casa, incluso hay huellas en las paredes que lo confirman. El sonambulismo no te encamina rumbo a las estrellas, lo terrenal te domina, y el peso de la fuerza de gravedad te adormece. Fuera de ti no encuentras nada, y cuando suspiras evitas memorizar demasiado los universos oníricos, historias inspiradas en vidas ajenas, o todo eso que no vale la pena.

 Acudo a ti, en especial, de entre los variados seres dedicados a las estrellas de imitación. Las sombrillas desaprovechadas las cuales adornan tu camino, continúan sin aportar ningún mensaje. Te preocupan los demás, reducidos por las condiciones de sus circunstancias personales y condenados por la clasificación de las múltiples maneras de sobrevivir. Los deseos resultan entonces en revelaciones de una superficialidad impuesta por terceros, si sabes bien lo que quieres, no permitas que los enanos de otros cuentos cuelguen de tus faldas, a modo de un juguete mecánico apagado por las últimas tormentas.

 La opción de ser inoportuno e invadirte con la paciencia de los maullidos del insomnio. No es algo que pueda ensayar contigo, ni el odio perfecto, ni nada lo cual sacuda el orden interno de tu personaje. Si las inclemencias no te cambian, menos la lista de consejos para intoxicarte de la forma mejor y más rápida. Entonces si el veneno afecta de modo individual, tus sentidos no requieren de advertencias, y los saludos sobran aún entre aquellos que nunca van a verse en esta vida. La rutina es una rueda que conduces o que te impulsa a diario, para terminar creando ciclos que por repetición vuelven un tanto invisible tu voluntad.

 Algo en ti sospecha; que los disfraces al comenzar la semana son insuficientes, no cubren la mueca de sonrisas que fingen bienestar, amar el tiempo que le dedicas a los otros, dejarlo ir cuando su peinado encuentra la inclinación correcta. Debajo de lo de siempre, persiste la esperanza de que un golpe del azar rompa definitivamente las amables palabras usuales para reconocerse de modo mecánico, antes que intentar una conversación fuera de lugar.

No sé quién seas, el olvido resulta indispensable entre los que apenas si se conocen. La negación mutua corresponde a un lujo ocasional. Los cigarrillos para regalarse previos a conversaciones efectuadas por pura inercia, lo saludable de una identidad que adopta las buenas costumbres, basadas en un instructivo universal. Tendrás suficiente para compartir con los vagabundos en silencio, y ellos en su ignorancia dejan de lado la paciencia; preguntando de manera sublime, por tu nombre. De inicio creer es una torpeza, la sequedad del escepticismo arrulla y no espera ninguna posibilidad de compensación, el absurdo extiende en ella el encantamiento adecuado. Y tú que buscas infinitos para traer cerca, aprendes qué el enigma de lo inconfesable resulta atractivo.

 Nada que agregar a la superficie de los pasteles o los abrazos de personas recién inventadas. El mar debajo de las puertas continua avanzando, el impulso de las olas reacomoda los muebles, su inventario concierne a los desastres interiores, aquellos que no buscan poseer un rumbo. Tu almohada a pesar de la suavidad permanece inmóvil, permanece esperando a que lo imaginario en ti encuentre un sitio. Las siestas no avisan, te toman en cualquier parpadeo y te conducen a dónde ellas quieren. Por lo regular traen el cabello desenredado dispuesto a volverse a realizar un homenaje al caos silencioso. Tú que contienes universos en forma de frases revueltas entre diálogos que aplazas con el fin de prolongar el suspenso, llegar a nada es lo de siempre, quedarte contigo misma, observando el atardecer en el reflejo de una taza de café, derramada.

 La torpeza de entender de un solo vistazo la dulzura de los malvivientes, con la delicia de evadir la incertidumbre cuando no es la propia. Lo tuyo es eterno, mientras la inspiración diseña distracciones para extender una enredadera sobre tu vestido. La decoración invade el alma, lo bueno en otros, puede ser una mentira contada de modo eficaz. No creas demasiado en lo que te cuentan, a cambio de un mordisco. Las tormentas retornan en espirales para descomponer la ondulación de las cortinas, poner todo fuera de lugar, y recordarte lo precario de tu idea por mantener en firme los objetos y sus historias añadidas. Las pertenencias personales son anclas que propician el hundirse conforme el deterioro de la suma de caídas desintegra el brillo de su significado, sustituir aquello que lo habita parece complicado, hasta que la aprendemos a identificar sólo elementos de una escenografía.

Retrato realizado por Germán Laris

 Nada de ti queda sobre las firmas, los garabatos que tatuaste con las uñas, menos lo inmaterial del terciopelo ni los bigotes postizos de un gato de caricatura, recodandote que por dentro muchos de los que sonríen, murieron durante alguna de sus tantas siestas. La ternura comienza, luego de una mordida. Callados y con la mirada atendiendo a lo qué sucederá. Y el más leve de los movimientos contiene un significado que liberan las deducciones, mientras hurgas los mensajes ocultos en las manchas de un brebaje, absorbido con la serenidad de las agonías carentes de espectadores. 

El placer de dudar no te será negado, y los labios que bostezan bendicen la posibilidad constante del olvido. Los ilusos razonan según el deseo los impulsa, cuando su optimismo falsifica el saludo y la inmediata despedida, de romances instantáneos, elevando la espuma sobre el vacío. Una taza decorada con su nombre, frente al que hace tiempo que no identifica a su persona, tampoco lo consiguen las caricias de los desconocidos, detrás de la naturaleza muerta, colocada para disimular el encanto que nadie solicita. Volver a casa a cualquier hora, si aprendes a mentirte a ti misma, y el rostro de un animal sin respuestas permanece fijo, aguardando por palabras dulces que no entiende.

El ir de un lado de la ciudad a los extremos, por complacer la afición de observar vidas ajenas, historias que asimilas en forma de estados anímicos. Los seres de sonrisas inmateriales, qué en el fondo no desean transmitir más qué el simulacro que debes de tomar en serio. La tensión dramática de no cenar hasta que el desenlace ocurra, trastoca la existencia en un malestar mismo que los aficionados esconden en medio de una oscuridad compartida. Te devuelves a tu casa, cuando las copas de vino expiran sobre las manos sin haber dado los sorbos que requerías, para extraviar las llaves.

 Los que te adoran recitan la sensación de tenerte cerca, para gozar en el instante que te hayas diluido del todo, así son las mezclas, las conversaciones que espías por error, y esa otra vida a la que no perteneces, pero que tampoco deseas improvisar entre los charcos. Algo especial en ti es transparente, para que los sentidos adquieran la osadía de hacer un lado las obviedades y configurar afirmaciones en principio carentes de sentido, aunque en cierta etapa los silencios terminen por darte la razón. Vives para ti misma, los testigos salen sobrando, ellos beben los residuos de tormentas, o dan por un hecho que la hora que los extraños les predican, es una verdad absoluta.

 La felicidad te seca, es un truco barato que compras en los días que son para el descanso, y su envoltura resta como recordatorio del reluciente vacío que te acompaña. No es necesario pensarlo a detalle, acontece bajo la inercia de lo que exige ser descartado. Tu tiempo no basta, y atender a las novedades para acudir en masa a los estrenos, con el sombrero especifico para esconder la vergüenza de acabar siendo uno más entre las multitudes. Aprendiendo las maneras de evadir el instinto personal de rechazo ante los empleados con una actitud amable y fingida.

El enigma cifrado en tu nombre, desde aquel lado sobre el que tu existencia acontece, asegura el presente como única certeza, qué los que han observado con avidez el cambio de las sombras predicen que lo eterno te acompaña. Lo sabes y tal vez te da risa; cuando las nubes son un pretexto, la idea de incendiar una hoja después de leerla ayuda a que memorices lo que va de paso.

 La paciencia no te pertenece, es una pasividad que han impuesto sobre ti para que obedezcas a un tiempo carente de personalidad y con prestamos de los visitantes de la consciencia cuando dormitas. Los osos de cualquier especie demuestran el hartazgo en medio de la ternura y vuelcan la mesita del te, si el azúcar rebaso las dosis recomendadas. Tu presencia absoluta, sostenida por palabras en equilibrio sobre pequeñas piedras, acaso a punto de romperse y deletrear en distintas tonalidades nuevas maldiciones. La memoria enreda las imágenes, lo mejor es qué acudas a tiempo y propicies el deseo de forma impredecible.

Las confesiones entre personas extrañas, acontecerán por la fuerza de un olvido conjurado de manera oportuna. Te tienes a ti misma ahora que la incomodidad arranco lo que antes era tu sombrero, y los paseos, convinieron en repetir aquello que necesitabas fuera desprendiéndose. Cuéntame algo que sea sólo la parte substancial del todo que construye a tu ser, ponlo en un suspiro y aplaza el momento en que aparece. Deseo arroparte con tu sombra y reivindicar que es ella, quién realmente va a quedarse contigo. Mi papel será entonces; el de un observador que anota con caricias, lo que las voces no deben cifrar sobre la piel de las estaciones, quédate por favor, en el sitio que te dicten tus corazonadas, y no los consejos ansiosos de los ocasionales testigos del milagro que representas.

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