Por: Germán Laris
En la obra de Claudia Huizar hay una recuperación gradual de la mirada subjetiva, su estrategia acontece a través de suplantar los simples rasgos de individuales cambiando su ubicación común por objetos de uso universal. La artista elije construir el ser por medio de suplantar una porción de lo humano, de pronto sitúa al espectador frente a la posibilidad de un acercamiento intuitivo.

Elle la Mére
100x80cm
Óleo/tela
La apariencia por si misma domina en una primera lectura, sobre esta base estética Claudia Huizar va sugiriendo significados. Es así qué; los personajes con un cuenco reluciente en lugar de cabeza o un rostro, son recipientes de luz y la visión ajena, propiciando la interpretación en varios niveles qué aquí comienzan en lo real. Una niña con un huevo por cabeza, sostiene un ramo de flores a modo de ofrenda para lucir, a su vez a modo de regalo mediador, una serie de huevos de tamaño normal yacen en un primer plano. El infante representado en blanco y negro contrasta con suavidad con las flores o las graduaciones del dorado. El resplandor equivale al momento presente opuesto a la gama de grises a modo de evocación.

LUZY
100x80cm
Óleo y acrílico/tela
En otra imagen una bombilla de filamentos entrecruzados localizada justo dónde esperaríamos reconocer un gesto humano, figura el brillo simbólico qué atrae a las polillas. La expresión de las manos y la postura corporal remiten al gusto por posar remiten a la memoria de fotografías previas a la aparición del uso del color. La pintura y posteriormente la fotografía cumplían la función de preservar, manteniendo vigente algo para mostrarse, a pesar de ello las transformaciones son consecuencia del filtro temporal. En la niña una conexión eléctrica puesta a la altura del corazón, concreta un signo de certidumbre. En las obras de Claudia Huizar los fondos grises de pinceladas barridas por medio de las cuales ella cita un limbo atemporal envolvente.

Je ne suis pas Picasso, Je ne suis pas Dalí
110x90cm
Óleo y acrílico/tela
El yo suplantado por la cosa recrea un arquetipo, ese mismo qué la pintora Claudia Huizar construye los detalles y brillo personalizado que de pronto es tan sutil en sus tácticas que van de la sonrisa a la perplejidad silenciosa. La artífice de estos íconos misterios les ubica en el centro de existencias, y de este modo sublima sus componentes. Claudia Huizar recurre a elementos cotidianos y de la memoria colectiva ella produce una cacería refinada a través con ciertos personajes ahogados en su solemnidad o dictando su sabiduría desconectada de los otros mundos adyacentes, Claudia suele omitir un rostro identificable y transmutar la cabeza en un objeto que resinifique a estas entidades va a concederles una identidad. Lo que reconocemos entonces sería un juego de máscaras. El deseo por acumular objetos define a la civilización humana. Detrás de las cosas hay ideas que las propiciaron y que a futuro en ocasiones propicia que sean adquiridas. Este campo semántico en que la belleza es explorada resulta estudiado por Claudia Huizar. No nada más asocia los objetos. En su aspecto significativo y enigmático.

Is not about Jesus
100x80cm
Óleo y acrílico/tela
Un invento humano resinifica su función práctica cuando deja su uso dentro de un contexto en que sirve para algo. La isla del yo reúne una constelación cifrada de objetos e ideas qué preservan una especie de acuerdo secreto entre sí. Al momento en que la cosa es la cabeza de un sujeto accede a un orden simbólico ritual. La artista exalta lo imprevisible de los casos en que la combinación transfiere sus valores sustantivos a una clase de apariciones que reaniman a lo que parecía inerte. Claudia Huizar va leyendo un tejido imperceptible que relaciona el azar y la certeza de un destino.
