Por: Germán Laris
En su obra titulada Siamesas con siamés Maqui Ruíz da cuenta de las sutilezas que definen a sus pinturas. El acercamiento con el lenguaje de la ilustración es en su trama expresiva un modo de desencadenar significados. No existe una historia previa a la que Maqui de luz. Es más bien su deseo y capacidad de crear situaciones, momentos, escenarios y personajes lo que entra en juego.

«Siamesas»
Las siamesas tienen un solo cuerpo y dos cabezas en su cara neutral subyace el orgullo de mostrar una mascota obediente y normal. La silla donde se muestran sitúa su centro a espaldas de una ciudad de viviendas o espacios apiñados. La singularidad de las siamesas adquiere un sentido de ironía.

«Ancestros»
Esta condición humana la separa de los otros en la misma medida que la vuelve consciente de su sensibilidad hacía una mascota receptiva. Maqui tiene cierta habilidad para sugerir historias previas que quizás nunca serán contadas y que sin embargo laten a través de su estilización casi bizantina. Rostros fijos simétricos que apenas mueven los ojos para delatar a la máscara.

En su cuadro titulado Ancestros el personaje media entre dos espectros laterales y los recuerdos de presencias dibujadas en el cabello. Maqui Ruiz reúne a las prefiguraciones de un pasado que nos edifica en el momento actual. Somos la gradual y sedimentario cumulo de los que formaron parte de este mundo que habitamos. En las vestimentas que Maqui Ruiz decora con puntillismo o escamas de pinceladas geométricas. La artista embellece un entorno para armonizar el instante de ese encuentro entre nosotros y los seres imaginarios que pueden aparecer con tres ojos a capricho.

Los ojos de sus personajes conviven con títeres que están a punto de hablar, Maqui Ruiz le da la misma certeza a la réplica de demonios que vuelan que a las muñecas o mujeres que encuentran a sus iguales. La pregunta constante es si existe una historia de respaldo un hilo a seguir para averiguar los motivos de su tranquilidad mientras deambulan de una imagen a otra. Las asocia una familiaridad que Maqui no reduce al estilo, por qué cambia aportando una recreación lúdica a los seres que construye.
