Por: Germán Laris
La composición del cuadro «la ofrenda» de Indira Castellon muestra varios grupos de personas y seres, todos ellos definidos por el acto de dar y el proceso de desprendimiento para ingresar simbólicamente a la convivencia ritual de una espiritualidad luminosa. la conexión entre el plano de los vivos frente a los ancestros, reside en la narrativa de tradiciones divergentes, el día de muertos en especial establece en la comida, un elemento efímero la certeza memorizada de los gustos de los que han partido al inframundo.

“La ofrenda”
Óleo/tela 120×90 cms
En un primer plano hay una serie de mujeres con la cabeza cubierta efectuando el acto de encender el fuego y colocar los elementos sincréticos entre la cultura prehispánica y la interpretación cristiana de la muerte, en un segundo plano en dónde una serie de niños ubicados en niveles opuestos, uno sentado en el suelo en contraste con una niña que ha descubierto su rostro de la máscara de calavera y observa hacía el cielo, cuya exploración es interceptada por los adornos de papel cortado.
A estos dos conjuntos de figuras los preceden los espectros de luz dorada que acuden según la ceremonia a recibir algo que los relaciona dentro de lo efímero de la comida y el latido de la luz, Indira Catellon muestra a los vivos atestiguando con el color de la tierra y la noche, el encuentro en el cual dialogan bajo la expectativa de aproximarse de manera momentánea a un territorio sobre el que la imaginación transforma en reflexiones sobre la propia condición humana, a veces a modo de un juego que confronta el hecho contundente de una incertidumbre mutua. Indira Castellon desde el ensueño construye una estado de cosas que el espectador de manera privilegiada puede visualizar, tan solo para recordarnos un misterio edificado a través de la subjetividad del arte.

Simplemente hermoso una magnífica obra y una gran artista reconocida internacionalmente.
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