José Parra

Por: Germán Laris

José Parra sueña despierto en sus pinturas qué narran instantes de mundos secretamente interconectados con el nuestro. La magnitud de su imaginario crea ciclos de rituales personales hedonistas qué en medio de lo festivo revelan la humana necesidad del juego a modo de un territorio donde nos reinventamos fuera de un rol social predeterminado. El disfraz tiene un aspecto sagrado en los personajes de José Parra tal vez porqué acentúa la individualidad y la autoconsciencia gozosa de elegir una máscara específica. El atuendo y las edificaciones que comienzan a modo de manchados de los que José Parra obtiene una verosimilitud convincente pareciera diseñado por artífices que Parra reinventa.

José Parra
José Parra ©

Su conocimiento sirve para dar pasos a incidir creativamente en pintar dando forma a detalles o paisajes sobre los que evoca ciudades de incierto origen. Las civilizaciones previas aportan ruinas para adornar jardines. Lo sobrenatural, el realismo mágico, el surrealismo, las fantasías mitológicas, los cuentos o alegorías, la ciencia ficción, el sueño ilustrado en José Parra fluyen y entremezclan sus rasgos fundamentales. La decadencia tiene su encanto, la caída de los monumentos no transmuta el afán por juntar iconografías dispares. Endulzadas a través de un despropósito.

La eternidad es una broma entre ebrios. La música emana de una caja cuyo mecanismo espera a mitad de un desierto. La aridez confronta al esplendor de manteles de celebraciones que duran un parpadeo. José usa todo el artificio posible para hablarnos de trasfondos temáticos actuales que disfrazan sus engranajes con una belleza y una suerte de orden social simulado.

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