Por: Germán Laris
La horma para fabricar zapatos transformada en un saltamontes por ajustes para mimetizar el objeto base, el artista Francisco Barreda hacía de esta forma un comentario visual sobre los insectos hechos de pasto que vendían algunos migrantes centroamericanos durante su paso por el país. Las suyas obras hechas con más ingenio en materiales poco duraderos. Para Francisco Barreda el de los migrantes sería un arte propiciado por la sobrevivencia. La horma de zapato representa al oficio aquel transformado por un saltamontes no atado de pronto a un lugar físico, sino más bien a su deseo de moverse.

El hallazgo de objetos junto con su historia no suele acontecer de manera simultánea, las referencias de origen pueden ser un invento y la narración que aparece permite que una relación personal comience. La urdimbre de subjetividades a descifrar requiere de cierta vocación lúdica. Francisco Barreda establecía el cableado interno de sus aproximaciones caseras a prototipos de autómatas, en función de sus ensamblajes condensando la labor de estudio e investigación específica de cada obra. eran resultantes de ensayos permanentes. Francisco Barreda teorizando sobre lo funcional a modo de una comprobación sonriente de algún significado atribuido a veces para cambiarlo conforme él desentrañaba el juego inicial. Los ojos de muñecas entre lentes que distorsionan el espacio, las manos de un primate musical son los sobresaltos de artificio con que Francisco Barreda resaltaría la posibilidad de lo fantástico inherente al fulgor de la existencia. En su gusto por otorgar una expresión de vivacidad a las cabezas solemnes de santos o las esculturas amargadas por su antigüedad conectaba épocas además de contextos culturales disímbolos. El experimento nutriendo la capacidad de asombro bajo la constante del humor fueran los mecanismos que impulsaron la creatividad de Francisco Barreda.
La idea de cierto equilibrio frágil estaba presente en la asociación de materiales dispares cuyo desgaste era distinto entre sí. Los cristales y maderas frente a los elementos de metal y cerámica, el plástico y las piedras acaso la inverosímil aparición de un murciélago dentro de un templo o las fotografías incrustadas en fragmentos para ponerlas en relieve. Así de extenso consistía el pensar hacer coincidir en una obra. Francisco Barreda supo equilibrar todo lo mencionado con la permanente exigencia de evitar el volver visibles las costuras.



La carta de navegación que determinaba su imaginario iba gestándose a través de dialogar con el asombro. El paso del tiempo le permitió armar un arte en el que confluían una serie de intereses centrados en el conocimiento material e histórico sobre los objetos que fue coleccionado gracias una permanente curiosidad. Francisco Barreda leyó el mundo por medio de la fotografía la cual significa un soporte para recolectar visiones instantáneas. El encanto estético a manera de guía personal Barreda jugaba con el fin de entender no únicamente aquello que eran las cosas en si más bien todo cuanto pidieran inspirar. El suyo era entonces un arte provocador de conversaciones inesperadas. Las esculturas derivadas de proyectos específicos son fruto de reflexiones moldeadas por el azar del hallazgo. La búsqueda de Francisco Barreda supo permanecer alerta a descubrimientos incesantes y misteriosos.
