Salvador Rodríguez

Por: Germán Laris

Salvador Rodríguez cultiva los extremos en el margen de las ciudades. Esta condición urbana por delimitar no obedece a una estricta periferia, es más bien un desplazamiento anímico y espiritual. En su serie sobre el cerro del cuatro dicho límite lo marcaría la altura de un punto visible desde cierta franja de circunferencia en los perímetros de la ciudad. Salvador Rodríguez remitía por medio de especie de cita histórica, a dos momentos cruciales en la comprensión visual de aquello que nos rebasa físicamente. 

Salvador Rodríguez
Salvador Rodríguez ©

La serie de Hokusai sobre el monte Fuji a través de sus xilografías comenta visualmente sobre un punto de referencia vigente en Japón. Así mismo Paul Cezanne y su larga transformación durante su serie dedicada al monte Santa Helena. Salvador Rodríguez da seguimiento a experiencias semejantes sin embargo la variedad de intereses personales cuentan con un tono muy específicos, sobre  sus paisajes el tema va a ir quedando desplazado e incluso el estilo, al recurrir a un realismo que labora tanto en directo como por medio de fotografías.

Las facetas emocionales Salvador Rodríguez las ha ido mutando en reflexivas, un ejemplo de ello son sus paisajes tienen por equilibrio las condiciones donde el vacío es trastocado por la humanidad que deambula. Los rastros de la actividad de caminos entre el campo luego es traslapado con el caos y el deterioro que también acentúa las apariencias en los seres vivos. Salvador Rodríguez perteneció a un mítico grupo el del taller de investigación del que derivarían Javier Campos Cabellos y Martha Pacheco. El camino de cada cual va a bifurcarse en modos muy opuestos, y en los cuales acaso la constante es la figura humana y sus transformaciones. 

En específico Salvador Rodríguez elabora cierta soltura desarticulada que podría deberse a que estos ya no son representaciones imitativas si no espectros de sus personajes, los escorzos escasos y la carencia de un esqueleto que los sostenga los delata. En tal sentido Salvador Rodríguez insistiría al enfatizar a los marginales en calidad de fantasmas.

En una consigna no estipulada en ningún sitio el lejano taller de investigación pareciera manifestar en cada uno de sus autores el hacernos volver a revisar aquello lo cual ya creíamos haber mirado, Salvador Rodríguez de modo especial distorsiona con cargas expresionistas que portan un manierismo espontáneo. Las identidades de la periferia atienden al abismo de la ciudad como centro y a todo cuanto disocia el deseo sonámbulo de formar parte de. Salvador Rodríguez concluye con ironías en ciclos que revelan crisis acaso para que los puntos de quiebre abran nuevos paisajes escondidos detrás de laberínticas bardas.

Deja un comentario