Cristina Gómez

Por: Germán Laris

En las pinturas de Cristina Gómez los laberintos oníricos nos confrontan a una simbología que procede acaso de estímulos más que de redes racionales. Cristina Gómez trabaja con el barro en otra de sus facetas y cuando aborda el óleo está en una inmersión a través del color evocando a la materia primigenia.

Cristina Gómez ©

Lo natural parece sujeto a deformarse e irse transformando en cosas inesperadas, Cristina Gómez estudia los accidentes durante la práctica del oficio y les concede el implantar sus inflexiones dentro del lenguaje que ella edifica, no es únicamente una expresividad orientada hacia el alma de la artista. Cristina Gómez trata de aproximarse a los cambios súbitos, los cuales no dependan de su deseo por controlar el proceso de la imagen. En su serie sobre los instrumentos musicales ella les concede un timbre concreto es como si fueran retratos metafísicos de una sonoridad evocada y vibrante por medio de la forma poética de una herramienta sonora.

Cristina Gómez dialoga conforme teje o cocina la morfología que atrae paisajes imaginarios y personajes que sitúan sus raíces en algún cuento de hadas ancestral. La artista alimenta su universo de la ilustración y de más fuentes en que los soñantes transfiguran las apariencias para consolidar la labor cotidiana del delirio. La trama lúdica de su alquimia no inscrita a las tradiciones ocultistas ni a la magia es consecuencia de que Cristina Gómez ve esta facultad como una encomienda gustosa y hasta recreativa. Lo imaginario ramifica sus brazos desentendido de instrucciones o normas.

De la influencia de María Izquierdo a la de Remedios Varo pasa también por la de las nubes del Greco. La artista en su papel de ceramista explora lo artesanal y utilitario del oficio del barro para definir con mayor exactitud su postura de que convierte en obra de arte. Este camino entretejido por el uso y la curiosidad condensa la luminosidad de los seres que personifica con ambigüedad para establecer una existencia autónoma.

Los escultores ceramistas conviven con la tentación de ser demiurgos que desaten a criaturas imprevisibles. Cristina Gómez inventa los procedimientos para hornear alucinaciones caseras.

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