Por: Germán Laris
La imagen del cuerpo es frágil y pensada en su temporalidad cambiante dentro de las obras de la artista autonombrada como Quimera. Sus mujeres adornan los signos que las distinguen personalmente. Ellas buscan los rituales privados para autoconstruirse y convertir al sueño en una sublimación de la subjetividad. La potencia de lo imaginario muta para generar caminos de identidad donde las heridas son gestos de futuras cicatrices dibujos sobre la arena que la piel registra.

Las Quimeras son engaños que al igual que las fabulas o cuentos de hadas espejean realidades profundas. La pintora hace un uso medido de la acuarela y distintas técnicas gráficas para recortar ideas poéticas que transmutan los cuerpos. En la serena expresión de labios y ojos hay un silencio que resguarda algo que carece de diálogos de palabras y que la imagen desemboca en secretos apenas perceptibles.


