Por: Germán Laris
Los cuerpos de humanos o insectos son recipientes que Gonzalo Gerfloy híbrida con humanoides y aparentes experimentos de genética que proliferan en monstruosidades sofisticadas, Gonzalo Gerfloy sublima a los especímenes de un horror convertido en goce estético.
En su obra lo inanimado incrusta sus colmillos en las momificaciones de seres segmentados a modo de trofeos, donde flores y exoesqueletos conviven con fragilidad temblorosa. Es precisamente este rasgo táctil lo que centra en darle credibilidad diferenciada a las pieles y texturas escultóricas, por ello en sus dibujos y pinturas tal interés lo manifiesta en los contornos o los pliegues de sus figuras. Gonzalo Gerfloy acierta en animar a sus personajes dotándolos de una contrariedad reflejada a través de su mirada. Sus versiones del hombre elefante escudriñan los gestos de una apariencia reconocible de este casi icono popular, realizando variaciones sobre un ser que paso de fenómeno de circo a memoria cinematográfica




Los fragmentos anatómicos son trofeos orgánicos para quienes valoran la labor evolutiva que ha logrado concretar singularidades, lo normal en la obra de Gonzalo Gerfloy deja de tener vigencia es un velo que abre su sombra hacia experiencias imprevistas.
El dolor y las flores quedan unidos en la metáfora de la piel desgarrada con el propósito de extraer la esencia de sus secretos, Gonzalo Gerfloy concentra a las fuerzas de entidades cósmicas dentro de una cucharada en un vistazo que atrapa. La dimensión de lo irremediable entra en éxtasis para que Gerfloy diseccione por medio del dibujo ingenioso y la escultura verosímil; el artista gana terreno para desplegar el bullicio para un mundo de sombras con altos vuelos.
