Por: Germán Laris
Salvador Santana recurre a una serie de gestos estudiados que rehace hasta conseguir cierto equilibrio óptico, atento entra la mezcla de restregado y fundido sobre la superficie es evidente una labor de estudio de paleta que responde a la relación atmosférica. Sus retratos gestuales centran estos recursos en incidir sobre lo anímico, las pinceladas que construye Salvador Santana emanarían de un ejercicio muy consciente del cierre entre luces y texturas, que conducen a los acentos de sombras o líneas del contorno.
Por alguna circunstancia secreta Salvador Santana simula desentenderse del tema y condensar su trabajo en descifrar el ordenamiento de las manchas que irá entrelazando, entonces los rostros acepta desfigurarse para resultar reconocibles a pesar de que Santana casi los borra bajo un impulso abstracto. Esta tendencia cambia en el tratamiento plástico de los desnudos, por medio de las figuras el pintor confirma una veta de cruce entre la impresión inmediata y la expresividad que intenta acercarnos a un sentimiento envolvente.




La mezcla de estilos que Salvador Santana reúne son solidificados en sus variantes de critica política retrato e incluso obras simbolistas, todo ello adquiere la huella general de una estilización basada en una práctica que auto cuestiona su estabilidad. Salvador Santana reelabora su inconformidad a través del tipo de pinturas que hace, los proyectos en pequeño formato no desembocan en otras piezas, son obras en sí que existen a modo de observaciones puntuales de una práctica llena de arrebatos y soluciones desgarradas.
