Por: Germán Laris
El naufragio de fantasmas con atuendos de huellas de una existencia que los precede, es uno de los aspectos nodales en la obra de Ricky Granna. El artista relaciona su inventiva con una invocación de realidades cuya historia no resultará entendible en sus atavíos o fines rituales. La esencia simbolista o el surrealismo orillan a Ricky Granna a proponer formas de santidad que renuncian frente a cualquier conexión mundana. Incluso la de poseer un modo de narrativa personal o atributos humanos.
Ricky Granna es un pintor de espectros los cuales acuden a un escenario metal de este acto de aparición súbita y no inscrita a un periodo histórico específico. El horizonte oscuro del cual emergen concierne a la memoria colectiva con residuos de esas otras existencias que nunca tendremos.



Los personajes que propone el autor construyen una elegancia bajo el despropósito de saberse perdidos. La idea de mundo ha sido desgarrada en alguno de los extremos de la madeja. Ricky Granna les procura una especie de gloria parcial mientras el naufragio del asombro mutuo los consume. En el brillo de sus miradas profundas el artista ha instalado la semilla de la decadencia a modo de una esperanza ante la enfermedad de ser eternos.
Esta paradoja de la pintura como portadora rumbo a una permanencia para ser ocultado a futuro, el artista Ricky Granna dota a las representaciones de un enigma que va a manifestarse en el momento que alguien pregunte quienes son ellos aparte de invenciones.
