Por: Germán Laris
Los barcos en las obras de Lucia Maya están hechos con hojas en blanco, esas mismas que son un espacio en común para escritores y dibujantes, Lucia Maya entreteje las fábulas o la poesía que no ha sido aprisionada en las formas literarias, acaso porque su deseo es continuar imaginando los enlaces y variaciones en medio de sus paisajes. El árbol con las raíces expuestas o la lava del volcán que con lentitud camina, representan motivos para ir trazando espacios para el deleite de simbologías en movimiento, su espíritu encuentra los hilos perfectos para reunir a los personajes en medio de encrucijadas donde fantasear salva una parte de la existencia.
En su obra llamada la Luz habita más alto… una mujer desnuda de piel blanca flota contrapuesta a una dama vestida de luto que avanza hacia nosotros. La ilusión de lo que es invisible y que culturalmente le concedemos el protagonismo simbólico nos vuelve frágiles, por otra parte en el elegante paisaje de montañas que Lucia Maya dedica al eco, a través de estas búsquedas en medio de la nada nos muestran la justa dimensión del ser humano. Las nubes que viajan sobre los barcos de papel son las esperanzas de fertilidad, que por insistencia de los ciclos temporales nos renueven. La pintura de Lucia Maya con mujeres de grandes faldas paseando sobre el pasto de praderas cuyos accidentados relieves cuentan las eras pasadas, proponiendo son los escenarios para inspirar la duda que deviene en creación de paraísos personalizados.
La mujer edifica su presencia junto a los árboles que coinciden con ríos, aquellos cuyo cause ayudan a alejarnos unos de los demás, tal vez por tal razón el inventar juegos y metáforas sea un modo de propagar los deseos, Lucia Maya presenta instantes en que al perdernos adquirimos la capacidad de hacer un hogar en medio de lugares que parecían inhóspitos a punto de ceder sobre cualquiera de los atardeceres. En su pintura la belleza en múltiples manifestaciones; extiende un modo de esperanza imprevisto.




