Javier Campos Cabello: Las luces atenuadas…

Por: Germán Laris

Las luces atenuadas que proporcionan unos lentes oscuros, permiten que el filtro personal del individuo perciba a su manera y por elección el distanciarse de la mirada general de las cosas. La sonrisa de Javier Campos Cabellos en las fotografías es semejante a la de sus personajes, proveniente de esta conquista de la autodeterminación de una voluntad, que al ir creando fue casi de modo simultáneo destruyendo el cuerpo que lo contenía. Los lenguajes dentro de la pintura de historias ajenas y por ser descifradas fueron sustituyendo a la biografía de Javier Campos Cabello, sin embargo esta línea narrativa a la par de su vida tuvo la sensación permanente de experiencias anheladas o construidas desde la ficción estas condensarían estéticamente reductos de vivencias alternas. 

El artista bajo tal conjunto de estratagemas extendió el rumor de su espíritu entre las sombras de los clubes de jazz los cuales nunca conocería de primera mano, su alma deambulando por habitaciones de hoteles abandonados poseídos por un esplendor que al perder el brillo del papel tapiz entraban en la sombra de la decadencia. Los neones encendidos como manifestaciones mosqueadas de una vitalidad somnolienta persistían entre las mesas de fondas o cantinas. Javier Campos Cabello esmera la ambientación que define estos escenarios siendo prudente en no falsear su naturaleza al idealizar su apariencia destinada a la gloria de ruinas silenciosas, situándolo  a la orilla de los naufragios de una calzada con un río subterráneo envenenado por la suciedad de los drenajes. La sugerencia acaso reside en el dominio de aquellas situaciones que dejamos de ver pero que ejercen su poder de deterioro sobre el paisaje interior.

La emancipación de la imagen plástica comienza en Javier Campos Cabellos a través de representaciones de niños obreros con overoles repetidos y prostitutas de cuerpos distorsionados, En el centro la mano invisible de un poder opresor que desfigura a los seres para imponerles una impronta de necesidades que los depredan. Los pedazos de carne desgarrada leída desde las versiones de anatomistas forenses, reaparecerán una y otra vez sobre la superficie de la obra de Javier Campos Cabello. Esta carne desprendida es un modo de reducir lo corpóreo a la referencia, una referencia mínima, antes de resultar eliminados por la temporalidad inherente a la podredumbre. Mientras que la ilusión fotogénica sostiene aquello que deseamos ser frente a los otros; por dentro la incomodidad de los disfraces termina por obligarnos a sonreír. 

La alegría por compromiso es una de tantas pesadillas de Javier Campos Cabello a manera del último recurso de una felicidad inducida por substancias que funcionan efímeramente, sus personajes ataviados con las combinaciones de modas para sobrevivir en las calles solía rodearlos de sombras para recortar el contorno de sus figuras y mostrar estratégicamente los signos para ser recordados. La alegría autodestructiva adoptaba en ellos la voluntad de un realismo que consumía por dentro a los pedazos de humanidad que su cuchillo selecciono, quizás porque de algún modo  para Javier Campos Cabello la ingesta de alcohol fue una probable herramienta para concentrarse por medio de la necedad por permanecer concentrado en la catarsis de la pintura. Esta asociación parece evidenciarla las carnes roídas de víctimas que adornan puntos específicos de sus composiciones. Saberse mortal era una constante para reafirmarse en un presente que con lentitud y oficio iba a escapársele de las manos.

El artista mostro ser consciente de tal hecho e ironizar con los ductos de las vísceras a modo de canales cortados que conducían rumbo a los desperdicios. La poesía del dibujante que explora hasta el absurdo detalles que no importan, es un aspecto que el artífice situaba en sectores de estos signos de la muerte reiterada y de la que nadie iba a salvarse. Las invocaciones del asco frente a los otros también ahondaba la distancia indispensable para desconfiar de los semejantes impuestos por un sistema que iguala para reducir o clasifica asignando derechos en forma de favores públicos. Los bufones a fuera de la baraja social tienen la tranquila efigie de los que agotaron las ganas de reírse de sí mismos y estar dispuestos a romper sus propios órganos en caso de emergencia. Este humor siniestro y atroz abunda en los rincones de la obra de Campos Cabello.

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