Por: Germán Laris
La idea de morir siendo nadie,dejo una marca en la obra de la generación del taller de investigación visual. El arte previo a ser una construcción de referencias de carácter estético, comprende un conjunto de procesos perceptivos particulares, las prácticas artísticas no solo pueden reducir su vertiente de intereses exclusivamente de la historia o a un conjunto de esquemas estilísticos pre existente. En el taller de investigación visual el rastreo de los fenómenos al margen de los discursos predominantes determinará la producción plástica de Martha Pacheco, Javier Campos Cabello y de Salvador Rodríguez. En los muertos anónimos y los dementes, acaso en la última serie sobre los indigentes de Martha Pacheco esta inmersión de la anular existencialmente va a reiterarse. En Javier Campos Cabello los recuerdos falsos, documentados en dibujos con fechas y lugares donde nunca viajó, así como los acontecimientos entre la luz leída desde el cenit las identidades entremezcladas de seres irreconocibles, en Campos Cabellos el signo de la enfermedad reduciendo al sujeto a una numeración en los documentos de un expediente hospitalario. En Salvador Rodríguez esta nadería o descarte social, tiene demasiadas ramificaciones uno de sus territorios es la calle ligada a un paisajismo de las orillas, sobre este los fulanos o los nombres comunes que reducen a manchas y a cuerpos distorsionados por el alcohol o la precariedad sonriente. En estos tres panoramas el índice de la ansiedad por perder el sentido para generar memoria, va a marcar al tipo de personajes y el modo de enraizarlos a un contexto.

La historia personal de cada uno de los tres artistas marcará un factor determinante para definir la serie de temáticas, las cuales a momentos tienen ciertos rasgos en común a pesar de que su manera de resolver a través de la técnica sea diferenciable a primera vista. En Javier Campos Cabellos la idealización rota y corrompida será un aspecto anímico que oscurezca espiritualmente a sujetos, reducidos a un espacio personal propio o designado por la renuncia al futuro. El terminar siendo nadie en Salvador Rodríguez tendrá como ejemplos el humor y el culto devocional que encubre o elimina a los seres que adoran a las verdes matas, es decir al agave, así mismo a los cultos de las deidades heredadas de la conquista. Detrás de la imagen popular hay personas que no poseen otro valor individual. En Martha Pacheco la intrascendencia y colapso por medio de una negación cuenta con los exiliados del imperio de la razón, aquellos que refiere serían los locos en una especie de urdimbre presencias vinculadas de modo inmediato con la fosa común, o la negación familiar frente a estrategias de separarse del problema, y no impregnarse del abismo insalvable de la locura tan enfermizo y mórbido.
En la obra seminal de Francis Bacon que el artista título como Pintura, el yo central de la historia del arte está cercado por una secuencia de arropamientos que más que definirlo para anular su probable existencia. El personaje bajo la sombra de un paraguas, con el rostro iluminado a la mitad, trae una gabardina que remite a su momento y situación de actividades ocultas. La res abierta en canal y el cerco de tubos que separan; son recursos que Bacon convertirá en jaulas y en el caso de las carnes seccionándolas hasta lo irreconocible. La influencia de Francis Bacon dentro de los dibujos y pinturas de Javier Campos Cabello, a través de los que pone a estos amasijos de carne en suspensión tal vez en calidad de costales de vísceras, los cuales han dejado de servir. La carne y la sangre cediendo ante su desaparición gradual, fue analizada por Martha Pacheco en un inicio con un sesgo erótico sobre la fealdad, y esta circunstancia la bifurco rumbo a la desintegración mental que somete al sujeto. El peso inminente de saber que moriremos enmarca a la obra del artista en una serie de angustias y soluciones que si someten el arrebato consiguen describir algo que no únicamente concierne al discurso del arte si no a la condición humana. Salvador Rodríguez pensando en los “nadies” explora formas de morir en vida.

Los signos pasajeros inscritos a una nadería que deforma es parte de lo que Salvador Rodríguez imprimió en grabados e hizo series completas que reflexionan sobre símbolos patrios revueltos con una cultura popular que diluye o en una vertiente opuesta; caricaturiza. Revelando sus contradicciones. La búsqueda de la alegría de existir recibe al fiasco que la corona. En Javier Campos Cabello el citar a los músicos de jazz de su preferencia atrae la sensación de lo inaudible en el campo visual equivale a la textura de sus letras en párrafos que son ilegibles y que reducidas a la imagen de un texto sellado nos recuerdan el eco de una muerte más empacada dentro de un archivo.
En los paisajes del alma creados por Juan Rulfo los lugares que entremezclan las maneras regionales con una identidad sobrepuesta e inventada por el autor, pareciera una de las metodologías que Javier Campos Cabello encarna a través de sus fantasmas de ciudad. El eclecticismo de Javier está perfectamente vertebrado por razonamientos básicos; el artista no intenta retratar salvando de la muerte y el anonimato a ninguno de su entorno. Si él mismo sabía que estaba condenado por la cirrosis, el artista extremo sus efectos para que en un hilo de vida que iría adelgazándose su visión, por medio de la cual gradualmente depuro su obra, bajo el agotamiento de un ser comido con lentitud por las sombras interiores. En un orden similar de aceptación es que Martha Pacheco ingresaría por temporadas al hospital psiquiátrico sintiéndose tal vez más cómoda y libre para dibujar. La locura y la muerte son vías de un sinsentido que desgarra mientras va borrando las conexiones con los demás seres arrastrados por la normalidad.
La identidad de los muertos en vida o ninguneados en la obra de Salvador Rodríguez comparten un origen acaso en las mareas que arrastraban cuerpos, en ocasiones representados por José Clemente Orozco. Las masas anónimas que Juan Tablada el poeta y ensayista puntualizo en los murales de Orozco o en su vasta obra gráfica. Serán luego descritas por Octavio Paz en el laberinto de la soledad que por medio del ninguneo del otro opera una auto negación súbita. Salvador Rodríguez realiza una crónica de los zutanos y perenganos, quienes no asumen un nombre o credencial que los acredite. Esta falta de afán por justificarse la certificamos en los cuadros sin título de Campos Cabello la gran mayoría de sus pinturas bajo tal condicionamiento nos invitan a ver mejor y no recurrir a el sumario que anticipa lo substantivo.

José Clemente Orozco fue mutilado por un accidente pirotécnico de una de sus manos mientras que el Dr. Atl también durante sus andanzas a investigar volcanes y cerros perdería parte de una de sus piernas. Para Atl la nación era visible a través de la imagen del territorio mientras que para Orozco las personas y su apariencia le resultaron en aspectos para estudiarlos, y que en su obra cumbre los símbolos religiosos tanto como los nacionales fueran desojándose alrededor de la individualidad pura. Orozco representa al ser no sujeto a las jerarquías, el hombre incendiando su imagen externa aspira a liberarse de apariencias reduccionistas, este aspecto abordado por Javier Campos Cabello emergiendo de una oscuridad que no deja de acompañarnos nunca. El fuego de los volcanes convertido en la chispa de un cerillo que arroja alguien en medio de una habitación que parece vacía. Nuestra distancia de la imperfección del paisaje está determinada por la cantidad de muros para protegernos de la locura ajena, y aun así la escritura ininteligible de los don nadie reclamara su sitio sobre una pared cayéndose a pedazos.

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