Por: Germán Laris

Big Barbie
Dibujo
Big Barbie
La big Barbie es campirana su cuerpo dibujado en textura y volumen por José Fors, intenta cubrir cada rincón del encuadre para desbordarlo. Su piel asemeja el tapizado de un mueble que ha curtido el sol el estampado táctil, y de algún modo ya casi no muestra las huellas de un orden distributivo. José Fors quiso transmitir lo inconmensurable de un cuerpo cuya capacidad de verse a sí misma quede como tarea físicamente imposible. En ese aspecto el artista extiende la línea que demarca a lo corporal identificable, ubicándolo más en una dirección de una carne incontenible. El hombro trazado a manera de la esquina de respaldo de un sillón, con tal detalle describe esta ambivalencia que los sombreros hechos de la misma piel elevan a rango de sublime dentro de una cultura de la reutilización autofagia de los recursos naturales. La mano inútil de la mujer pasiva quien titubea al mirar abrumada, tal vez por el enfoque exterior de los otros observadores.

Consciencia Leprosa
Dibujo
Consciencia Leprosa
Entre el cúbito y el radio el área que enmarca una forma conocida como la almendra que en las nociones de la sección aurea corresponde a un orden armónico. De la carne degradada por la lepra José Fors extrae el carácter de su personificación de una consciencia consumida por varios tipos de enfermedades. Ataviado como personaje de la época bíblica, es la manera de representar a la culpa convertida en moda tradicional. El dibujo de José Fors incide en la pelea interna que realza la construcción anatómica que en su rigor esconde la identidad del sujeto, lo hace para universalizar los malestares que amenazan desbordarlo. El artista coloca el dedo central delatando la máscara a modo de una tela más que envuelve a los huesos y a las musculaturas, las cuales palpitan bajo una podredumbre moral que justifica el arrepentimiento. La penitencia sublimada forja a los santos. Las rayas sueltas que son ensayos del pulso del artista, por medio de los que nos narran los accidentes filtrados por el criterio del dibujante para naturalizar hábilmente los drapeados de las vestimentas, o la carne que cede ante las inspecciones inquisitivas del espectador.

El Perturbador
Dibujo
El Perturbador
El perturbador sostiene sobre el hombro; la babosa de un caracol que mudo su caparazón. La textura minuciosamente trazada por José Fors será uno de los méritos técnicos que el artista mantendrá vigentes en la serie de dibujos producidos por el en los años 80s. El perturbador con el bigote húmedo sonríe mirando hacia el suelo, como si en su mente las fechorías lo internaran en una introspección densa y viscosa. Este retrato psicológico sobre la ruptura frente a la realidad va a definir a los seres que explora José Fors, quien justo en los 80s a los 20 años llega a residir a Guadalajara. Sus dibujos que no son pruebas preparatorias de obras en otras técnicas, si no más bien obras autónomas y eficientes en cuanto a las calidades visuales que obtiene a partir de una observación que ejercita una secuencia de resultados plásticos delimitado rigurosamente. La calidad de la reproducción foto-realista cede ante una multitud de minuciosos efectos de gradientes de textura y trazos quirúrgicos. El perturbador es un espécimen humano, que el artista coloca sobre las claquetas de un laboratorio mental de sujetos que revelan su personalidad sobre una mueca instantánea.

Guías de identidad.
Dibujo
Guías de identidad
Uno de los primeros registros de la presencia humana en la tierra, dataría de la era prehistórica en que nuestra especie deambulaba descalza sobre lodos qué fueron lentamente petrificándose, y que prevalecen hasta la actualidad. La dimensión operativa del dibujo como actividad para reproducir imágenes que estudia José Fors; va a detenerse a reflexionar sobre las metodologías de copiado. La real medida de las cosas las coloca en un esquema comparativo frente a los resultados que pueden repetirse, con el fin de diferenciar los aspectos accidentales de entre los que son el eje esencial que consigna lo verdadero por encima de la simple apariencia superficial. José Fors diferencia el realismo pensante del realismo mediocre. El hombre que mira la planta del pie junto a las huellas, trae un overol de trabajo. Los rastros entintados de los pasos abarcan en horizontal el muro convertido en suelo, José Fors nos conduce a trasladarnos a las dinámicas de observación práctica de la que proviene la actividad productiva del dibujo, para ver y construir desde múltiples flancos al concretar la imagen.

La diplomacia de los Pobres
Dibujo
La diplomacia de los Pobres
Los ganchos que modifican el rostro para preservar la sonrisa más allá del natural gesto, representan esta mediación que el artificio del dibujante aprende a leer en los objetos y corporalidades biológicas a través del diseño. José Fors compone las trampas que nos proyectan socialmente para sobrevivir, en La diplomacia de los pobres con una nariz metálica y sobrepuesta; regala una alegría de un bufón de atuendos que han desgastado las fiestas por compromiso. El humor agotado que transmite su mirada trae la oscuridad de un sombrero que lo pone alerta para complacer a cualquier situación que le otorgue sentido a las particularidades que su existencia ofrece. La capacidad de José Fors para demostrar las incomodidades mutuas va a irse refinando en los dibujos, donde el espíritu de lo humano degrado la nobleza el heroísmo y la sacralización, rumbo a las miserias de simpatizar alrededor de la hostil ventana que supone el uso de personas con el fin de quedar bien. Comenzando por el propio cuerpo empacado como una ofrenda a merced de la empatía al portador.
