Carlos Cortés

Por: Germán Laris

Los acontecimientos a modo de hechos visibles, pueden resultar dosificados en sus valores ópticos implícitos, a esto en las definiciones del hiperrealismo lo clasificaban de embrutecimiento. Las cualidades de un espejismo que aumenta el encantamiento para inducir efectos estéticos al acto de mirar. Carlos Cortés da pasos esquemáticamente en las metodologías sistemáticas que bordeen esta manera para degustar lo real. Las cargas de significado, o la intensidad asociativa de algunos de sus montajes en ningún momento simulan, la gradería escalonada de técnicas aplicadas desde la selección de los motivos, retorna a la cita con el cráneo vacío. El espejo en las cuencas despojadas de la mirada propia, asumen el maniqueísmo que la pintura opera y ejerce, de repente hay un compromiso que el artista puede renunciar o acaso malograr en los alcances de sus ramificaciones interpretativas.

Sabernos vulnerables, conduce al goce paulatino de la autodestrucción programática, Carlos Cortés cita continuamente la caída del humanismo delante de las formulas científicas. El uso del pensamiento mágico tampoco salva a los sujetos, la perdida de los referentes básicos para experimentar un modo de fe, son deshechos a través de rituales que reducen el número de recapitulaciones familiares. Las facetas de disturbio interiorizado que Arturo Rivera extendió a lo largo de una fructífera producción plástica, en la influencia inicial de Carlos Cortés derivaran en un desapego sombrío. En Carlos Cortés ni siquiera hay estas citas de Arturo Rivera a las mujeres embarazadas como probable símbolo de la esperanza. En Cortés las historias resquebrajadas ni siquiera remiten a mitos universales, la individualidad a creado un cosmos donde el desapego brinda una suerte de elegancia radiante. La humedad del color enrojecido, equivale a la pintura fresca que puede removerse con la yema del dedo, para descubrir que es cera hirviente.

Deja un comentario