Por: Germán Laris
La geometría primigenia de las culturas milenarias, las formas orgánicas ordenadas según el sistema de patrones áureos aparecen sugeridas constantemente al apreciar la obra de Benito Zamora. Su ingenio organizativo de simetrías que fructifican en símbolos, el trabajo del artista abre el portal de un imaginario que de manera guiada construye el desarrollo de contornos que al igual que las escamas van a incrustarse entre sí. La ornamentación es un arte supremo y como menciona Pedro Friedeberg era una vía para entender lo sagrado, desde las constelaciones simétricas de teselados a el rediseño de esquemas que tienen a ordenamientos superiores. El oficio del artista en sus rudimentos es semejante a los afanes del artesano o de un técnico científico, los descubrimientos convertidos en herramientas de trabajo, dependen de su efectividad. Benito Zamora combina todas estas facetas para elaborar el complejo entramado de sus piezas, en medio de los parámetros que él mismo establece conseguimos detectar el disfrute liberador de los entornos que diseña creativamente. Un rasgo constante de las figuras de Benito Zamora es definido por la inmovilidad contemplativa, sus personajes a modo de arboles extienden sus signos por medio de objetos o situaciones circundantes.
El pintor recurre al dibujo para ahondar en los enigmas de espacios sujetos a una ondulación energética, Benito Zamora toma en cuenta la transparencia del color recordando a vitrales recortados por un resplandor momentáneo. Es la vitalidad un componente esencial para no reducir a elaboraciones mecánicas sus pinturas y grabados, en sus ciclos dedicados a las estaciones o en los retratos de animales fantásticos de múltiples ojos, Benito Zamora transmite una amplia gama de combinaciones dentro de su estilo. Le mueve la referencia a la materia legitima de los pigmentos, utiliza óleo o gouache, acuarela y tintas. La escuela de Oaxaca emergida de la mano de Tamayo y posteriormente Toledo le resultaron afines en sus inicios, sus hallazgos potenciales a través de las pinturas prehistóricas ejecutadas por culturas que comunican una vitalidad al examinar sus escenas. Benito Zamora absorbe para proponer en su rica iconografía la poliédrica interpretación de los universos simbólicos que desde las religiones asumen el carácter de sagrados, y que en sus composiciones adquieren un espíritu lúdico revitalizante.



