Anton Ayala

Por: Germán Laris

Los márgenes de la imagen que puede provenir de la toma fotográfica espontánea o del apunte del tablero del dibujante, es justo el espíritu de lo azaroso aquello que transmiten las pinturas de Anton Ayala. El artista ensaya la probabilidad que evoca el experimento de un matemático denominado el polvo de Cantor, agrupado dentro de los ejemplos de los fractales, Gregor Cantor formularia una serie de conjuntos sobre la fragmentación de un elemento de modo sistemático. En este sentido las líneas y rectángulos flotantes que Anton Ayala coloca definen una estética del cromatismo asociado con las secciones de medida sobre los cuerpos o rostros representados. El armazón externo que traza enriquece la aproximación crucial del primer vistazo, las disecciones de líneas corresponden a un análisis de la cualidad de superficie que mantiene vigente, lo tridimensional recortado por la certeza del residuo bidimensional. 

La identidad portada por el rostro queda determinada por las actitudes de los cuerpos y sus proporciones exactas, Anton Ayala busca el diferenciar a las modelos unas de otras, para establecer la particularidad que con la que el autor aislé cada remanente presencial. Es decir, hay un desarrollo consecuente de la conceptualización base de sus líneas flotantes y la resolución discursiva de la constante geométrica de un andamiaje reflexivo sobre las formas humanas, los espacios emergen plenos o van a sugerirse por medio de referencias generales, Anton Ayala describe una vitrina en medio de la cual los accidentes son en realidad el destino de un orden secreto. La conjura del azar combina elementos preexistentes, el artista desintegra elementos que habitan en su paleta previamente. Anton Ayala reconoce una suerte de sumario de las propiedades y valores plásticos que van a transmutar en seres específicos, la dinámica de observación crea interesantes muestras de esquemas subyacentes que de alguna manera pasarían inadvertidos.

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