Fuma el Justo (Sergio Villaseñor)

Por: Germán Laris

Los fósiles emocionales que Fuma el Justo que explora el autor en sus pinturas obedece a una reconstrucción similar a la practicada por los paleontólogos, ilustrando facetas graduales hora de desenterrar del imaginario universal a las bestias anteriores a la actual humanidad. La monstruosidad producida por la enfermedad, el envejecimiento, o incluso la caricatura tienen un énfasis a través de iluminaciones cinematográficas que describen a detalle la fealdad inherente a cuerpos que entran en deterioro. Volver creíble, además de inducir a los espectadores que detrás de la pantalla de estos cuerpos atrofiados aun laten los órganos esenciales, va a implicar a Fuma el adentrarnos en las neblinas mentales de la demencia.  

La cercanía entre el panteón y el hospital psiquiátrico valida la contemplación tranquila, útil para ir asimilando las incomodidades de reconocer las formas al margen de una belleza promovida por la cultura del consumo. Frente a dicha idea generalizada incluso el enmascaramiento de las arrugas aspira a suministrarse venenos para alisar la piel, en sus pinturas los pliegues de los surcos parecieran cicatrices desérticas, de sitios donde la esperanza solo retorna a modo de ironía. Los dientes de fuera muerden, pero también conservan el sentido de la alegría. 

El humor es otro componente para impulsar esta molestia interior, las bestias que aguardan aprenden que la santidad de los despojados de cualquier tolerancia, inician el reinado de un terror compartido a manera de entretenimiento de masas. La creación de efectos especiales para representar a las aberraciones de la ciencia ficción arrojan al mundo la contingencia no estudiada con respecto a que al menos uno de entre las personas del vecindario tenga defectos que rebasen a las escenas que Fuma el Justo desdobla. Las alimañas fantasean con jardines para deambular junto a sus mascotas, apeteciendo a que estas sean afines a los gustos de uno de nosotros.

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