Por: Germán Laris
Cuando Martín Ramírez reciclaba papel lo hacia de modo Las colchas de retazos formadas por distintos elementos, pegaba hojas que encontraba en los desechos del hospital psiquiátrico en donde había sido puesto. Pegando las orillas entre sí obtuvo el soporte para realizar sus dibujos, si bien las actividades manuales en el contexto de la terapéutica de los nosocomios con pacientes psiquiátricos es parte de la instrumentación recreativa para los sujetos en analisis, este material por lo regular es desechado, durante años eso ocurrió con las obras de Martín Ramírez, las piezas que sobrevivieron serian en cualquier caso las que obsequiaba al personal que lo rodeaba. Es ampliamente debatido si su encierro pudo deberse a la incapacidad de comunicarse, en principio por no estar rodeado de hablantes del castellano, y por el mismo carácter retraído del personaje. La necesidad expresiva de construir ese camino entre el sitio de origen y los paisajes intermedios para quedar posteriormente en otro país, tras ser encontrado divagante encerrado de manera indefinida en limbo de un hospital psiquiátrico. Proveniente de los altos de Jalisco migro como parte de un fenómeno de su época en que las rutas y contrataciones de mano de obra en EEUU era la constante, los trabajos temporales en el campo y la construcción ferroviaria contaba con un marco formal sobre este flujo migratorio. Nacido en Tepatitlan de Morelos, en Jalisco cuenta el autor Víctor M. Espinosa en su biografía Arte, migración y locura en la cual describe que el pintor construye un yo a través de la imagen, la pintura de Martín Ramírez refleja las memorias en que aun reconoce a su espíritu. El artista al repetir los temas e incluso las composiciones tal vez abundaba en los cambios del mapeo, los recuerdos cambian conforme los invocamos y ello queda manifestado en los eslabones iconográficos de un pasado que Martín Ramírez buscaba mantener como algo vigente, sin embargo nunca pudo regresar a casa, ni volver a mirar a su esposa e hijas.
No puede reducirse a una retorica de opuestos o maniqueísmo devocionario el uso de lo sagrado o la añoranza, Martín Ramírez queda varado en una etapa en que los conflictos en la zona que habitaba deterioraron su situación para sobrevivir, la guerra de los cristeros fue otra de las razones para no devolverlo a su tierra. La identidad plástica de su trabajo refleja la iconografía de vírgenes que al cambiar sus decoraciones y rodear de lineas las asocia con los surcos de siembra, las tejas de las casas, los túneles de los trenes. Su deseo por encadenar en un todo a la naturaleza frente a la que el hombre traza caminos, caza animales, anda a caballo o en automóvil, edifica en cualquier dirección, pese a la enormidad de las obras el vació del páramo o el desierto suele sugerirse en el horizonte, acaso es lo que prevalecerá sobre las ruinas de lo conocido. Este sentimiento de fondo es el que consigue trasmitir tras muchos ejercicios sobre lo pasajero, la insignificancia o la brevedad de las presencias van a perder sentido o resultar sustituidas por otras casi replicadas, es una atmósfera de espectros emocionales, los hombres a caballo que deambulan sobre la puerta o los animales que van de paso son presas potenciales que cuentan con su propio depredador. La inocencia no conduce por sí mismo a la santidad, los templos pretextan ser la vía para reconocernos delante de lo sagrado, los dioses cambian de rostro y como en el caso de las mujeres idealizadas por Martín Ramírez de pronto son un recorte pegado sobre el dibujo para completarlo con trazos que lo integren. El espejismo de las realidades que entrecruzan en sus dibujos dialogan con el despoblamiento de lo humano, las series de arcos, ventanas, puertas y accesos de túneles citan una oscuridad que permanece encapsulada, la distancia de lo desconocido asoma, las fachadas de metros de dibujo mas de 3 metros marcan un esfuerzo por detallar el panorama desolado y repetitivo.
La vida en el campo no siempre sirve para idealizar un paraíso, la vida moderna va a convertir la visión de desperdicio de recursos y de pobres a los espacios desligados de la maquinaria del progreso. El tren pintado por Martín Ramírez avanzaba sobre las postales de la indomable conjetura de regiones enteras, para el pintor las preguntas eran diferentes, la mirada de los animales inspiraban el aviso de modos de consciencia que al serle ajenos tampoco eran argumento para mitos o narrativas religiosas, los seres existían por mero accidente. Los arcos y cúspides de montañas conquistados por la curiosidad o el instinto de avanzar sobre las cosas ilumina este afán de situarlos para lograr ser vistos. Trepar corresponde a una manera de escapar hacia ninguna parte.





la bibliografía tiene muchos fallos no es en realidad como está escrita ,mi tío martin ya no pudo regresar a mexico por otras causas
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